jueves, 11 de agosto de 2011

REFLEXIONES POR EL "DÍA INTERNACIONAL DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS"

El pasado 9 de agosto se celebró una vez más el “Día Internacional de Los Pueblos Indígenas”, fecha conmemorativa institucionalizada el 23 de diciembre de 1994 por la ONU en el marco del primer “Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo (1995-2004), el cual fue renovado por un segundo período a partir del año 2005 hasta el 2014.
En ese contexto, el tema elegido para este año fue el de "Diseños indígenas: celebrando nuestras historias y culturas, creando nuestro propio futuro", con el objetivo de revalorar y generar conciencia en las sociedades occidentales en torno a la adecuada conservación, protección y difusión del arte, el conocimiento y la cultura tradicional de los pueblos indígenas, y sobre la necesidad de resguardar oportunamente su propiedad intelectual, todo lo cual se ve hoy en peligro debido a la expansión abrumadora de la devastadora economía de mercado que cosifica y se apropia de todo para extraer de ello beneficios monetarios a favor de unos cuantos, a costa de la aniquilación no sólo de la biodiversidad natural, sino también de la rica diversidad humana que, como en el caso del Perú, se debe en su inmensa mayoría a los pueblos originarios.
Sin embargo, y más allá de las buenas intenciones que puede haber detrás de la instauración de esta fecha, lo cierto es que, por lo menos en nuestro país (y también para el nuevo gobierno), esta celebración ha pasado prácticamente desapercibida, algo que indica a todas luces el nivel de consideración que tienen sobre los pueblos indígenas la mayor parte de la sociedad peruana, a pesar de que son a ellos a quienes el Perú les debe casi la totalidad de su identidad nacional, manifestada en innumerables expresiones culturales e históricas que, gracias a ellos, aún se mantienen vivas y vigentes.
No obstante, no deja de ser ésta una buena oportunidad para resaltar el importante y fundamental aporte de los pueblos indígenas de nuestro país y de todo el mundo en lo que respecta a la pervivencia, conservación y práctica de valores culturales de fraternidad entre los seres humanos y de armonía entre éstos con nuestra Madre Tierra y con todos los seres que la integran.
En efecto, son esos valores y prácticas ancestrales los que, en los momentos tan aciagos por los que atraviesa la humanidad entera hoy por hoy (que enfrenta su peor crisis a nivel ambiental, económica y moral como resultado de un sistema económico y social absolutamente caótico e inhumano), se constituyen prácticamente como la única opción viable para asegurar la continuidad de la especie humana sobre nuestro planeta, dado que, de continuar la humanidad por este camino de consumismo irresponsable y depredación de los recursos que nos ofrenda la Madre Naturaleza, irremediablemente desaparecerá de su faz, cumpliéndose así uno de los principales adagios de las culturas originarias del norte de nuestro continente, que suelen repetir con mucha sabiduría aquella frase de que “EL SER HUMANO NO PUEDE VIVIR SIN LA MADRE TIERRA, PERO ÉSTA SÍ PUEDE CONTINUAR SU EXISTENCIA SIN LA PRESENCIA DE LOS SERES HUMANOS”.
Sirva esta ocasión entonces para reflexionar sobre la situación actual de estos pueblos, quienes a pesar de ser la última esperanza de salvación de la humanidad, son permanentemente perseguidos, agredidos o, en el mejor de los casos, marginados por las sociedades y estados occidentales imperantes en todo el mundo, para los cuales ellos no son más que un obstáculo entre sus intereses y los “recursos” (petróleo, gas, minerales, madera, tierras, etc.) que necesitan para continuar con su insensata y egoísta forma de vida, tan alejada de los principios y leyes de la Madre Naturaleza.
En tal sentido, en el caso de nuestro país, constituiría un muy buen gesto por parte del nuevo gobierno -a modo de corregir la omisión de la que fueron objeto durante el discurso del 28 de julio-, dictar medidas concretas que permitan incluir como es debido a los pueblos indígenas dentro de las políticas de Estado, a fin de reconocerles progresivamente, pero de forma incuestionable, todos los derechos de los que han gozado ancestralmente, pues no hay que olvidar que ellos preexisten a este sistema de gobierno que, sin su consentimiento ni conocimiento, se apropió de sus territorios.
En tal virtud, la aprobación urgente de la ley de la consulta previa será sólo un primer paso a dar en el largo camino que implicará el reconocimiento y devolución progresiva de los derechos elementales de los pueblos originarios, lo cual sólo se logrará –por lo menos a nivel jurídico- cuando el Estado peruano eleve a rango constitucional en su integridad laDeclaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, la cual, entre otros, les reconoce abiertamente a aquéllos el derecho a la libre determinación (que incluye, por su puesto, el derecho a elegir libremente su propio modelo de desarrollo) y el derecho a la propiedad irrestricta sobre sus tierras ancestrales, territorios que, como es bien sabido, les fueron arrebatados durante la invasión española y cuyo proceso de despojo se consolidó a través de la fundación de la república criolla que hoy nos gobierna.

COLECTIVO POR LA MADRE TIERRA - COMTERRA



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