Este mensaje que envío, y que me llegó este domingo 21 de octubre de 2007 a las 7:00 de la mañana, forma parte de una información obtenida hace quince años, que he redescubierto recientemente, y que perfectamente se enmarca dentro de las miles de campañas similares que actualmente existen en el mundo.
No se trata de una campaña de carácter ecologista o religiosa, sino simplemente es una iniciativa comunicacional ética para brindarle a nuestra Gaia, la Madre Tierra, algo que nos viene aclamando a nosotros: sus pobladores, beneficiarios, depredadores y organismos que la conformamos.
Tampoco los estoy invitando a que salgamos con pancartas a manifestar frente a alguna embajada, y mucho menos que abandonen sus vicios, costumbres, actitudes, creencias, prácticas, tecnologías, recursos o lo que sea. Ni siquiera es una cadena, de esas fastidiosas que diariamente nos llegan por correo electrónico.
Planteo la creación de una red mental de pensamiento-sentimiento que ayude en el proceso de autocuración que amerita desesperadamente nuestro planeta.
Les exhorto a invertir un segundo de su valiosísimo tiempo para que, entre todos, generemos y enviemos a la Tierra el sentimiento más sublime: el Amor.
Sé que para muchos sonará extraño esto que les propongo, no lo analicen mucho, sólo háganlo. Ésta es una necesidad vital, por nuestro bien y el de todos los habitantes de este planeta.
Cada uno de nosotros desde sus respectivos puestos, roles, lugares o situaciones puede crear mentalmente: rezar, orar, meditar, imaginar, soñar, visualizar, sentir, pensar, y expresar gráficamente, escrita o en cualquier formato, la siguiente idea: Te Amo Madre Tierra, o como prefieran estructurarlo.
Independientemente del momento en que lo hagan, puede ser a cualquier hora del día o en cualquier lugar, lo importante es que el mensaje sea emitido. Aquí el espacio-tiempo no interesa, porque definitivamente todo se conecta.
Tampoco importa la duración o tamaño del mensaje, puede ser un segundo, un minuto, pero eso sí, que se convierta en un ejercicio diario, desde hoy hasta el resto de nuestros días. Y el medio o canal para enviarlo, se los dejo a su imaginación.
La intención es crear una red de Amor que cubra a la Tierra y que contribuya con la autocuración de las enfermedades que la están exterminando. Entiéndase enfermedades a todos los desequilibrios que los seres humanos hemos creado y la afectan negativamente, cada uno de ustedes sabe a lo que me refiero.
Este sentimiento-pensamiento, se me ocurre, puede generarse desde distintas motivaciones. Se puede asemejar al que experimentamos cuando pensamos o compartimos con nuestras propias madres, con nuestros hijos o cuando iniciamos una relación amorosa con alguien. Busquen dentro sí esa sensación de Amor, que es tan intuitiva e indescriptible.
También, pienso que se pueden traer al conciente recuerdos placenteros de cuando hemos ido de paseo a la playa, a la montaña, a una hacienda con muchos animales o simplemente a un parque.
Visualizar el verdor de la naturaleza y el azul del mar. Juntos crean el verde-azul, el cyan, o como he denominado anteriormente, el color del Amor Divino.
Sé que ustedes estarán pensando: “Qué le pasó a Eliana, amaneció come flor, paz y amor”. Pues si. Estoy despertando a la conciencia planetaria y universal, que había estado dormida por mucho tiempo, y que me llegó hace años cuando empecé a ver la energía de la gente y de las cosas, pero en ese momento no entendía de qué se trataba.
Una vez más, gracias por leerme y me despido con esta campaña: Salvemos al Planeta, amemos a la Madre Tierra.
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